"Podemos definir la meditación como una experiencia; la meditación es esencialmente una experiencia del corazón que busca penetrar en los rincones del alma. El alma se despliega en su luz y su verdad a través de las experiencias en la vida; el alma, que es infinita, logra plasmarse en el plano finito a través de múltiples y variadas experiencias. Al meditar, el hombre abre la puerta del corazón para que el alma ilumine las experiencias de la vida; cuando más se medita, más ilumina el alma las experiencias de cada día." "Al meditar desde el corazón y en armonía con el Sol, el hombre se centra y todas las energías confluyen y se armonizan, el hombre logra vivir en armonía consigo mismo. El corazón es la bisagra entre el cielo y la tierra, el corazón es la síntesis entre lo inmanente y lo trascendente, el corazón es el núcleo que une la finitud de la vida con la infinitud del alma. Entonces, la sabiduría se encuentra a través del viaje al corazón; el ser sabio es aquel que logra integrar en perfecta armonía ambas dimensiones de la existencia.
Por eso la meditación es esencial, ya que permite al hombre hacerse más sabio, iluminar más la existencia desde el alma, vivir más en sincronía con la naturaleza y consigo mismo. La práctica de la meditación permite que el ser despliegue toda su esencia divina, así, al meditar, el ser logra divinizar la vida en la Tierra, y ese es el propósito de la existencia; por eso la meditación es tan importante."
(Rodrigo Bazán, prólogo a Vicente Merlo,
Plenitud radiante: meditando juntos, Barcelona, Obelisco, 2009)
Meditación grupal los jueves de 19h a 20.15 h
En-Sí-mism-arte y En-Amor-arte
Vicente Merlo
El silencio interior es un arte. El arte de entrar en uno mismo, en sí-mismo. Es una especie no de éxtasis, sino más bien de énstasis. Ir eliminando, cual diestro escultor, todo aquello que nos sobra para que aparezca esa obra de arte primordial que es nuestra naturaleza silenciosa, nuestro sigiloso espíritu.
Ni que decir tiene que está en juego nuestra identidad. La meditación que des-cubre el silencio, que des-vela nuestro Rostro primordial, va atravesando las capas más superficiales de nuestra personalidad, hasta llegar al verdadero Yo, que quizás ya no es un yo. Sin duda no es ya el ego limitado, condicionado y construido con el que solemos identificarnos. Más allá de las categorías de yo (como individualidad limitada, finita, particularizada, partida, separada, fragmentada) y de no-yo (como si aquello a lo que apunta el silencio-como-metáfora no nadase en la conciencia, en la belleza, en el gozo, en el amor), el Silencio irrepresentable brilla en todo su esplendor, revela su autoluminosidad, la autoluminosidad del atman.
El atman es ese Yo que no es yo, ese Yo que es no-yo (an-atman). El atman es el Silencio que no calla, la Quietud dinámica, el Ser de plenitud. La plenitud de ser uno-mismo. El Sí-mismo. Trascendencia de todo lo conocido, de todo lo sido (pues está siempre más allá del pasado, de lo que ya ha sido, como lo está más acá de todo lo que seremos) es, al mismo tiempo, y sin contradicción alguna, lo más íntimamente inmanente. Meditar es re-conocer (y “re-ser”) lo que somos desde siempre y para siempre. Meditar es el arte de ser uno mismo. Meditar es entrar en ti mismo. Por eso, lo único que tienes que hacer, en el buen sentido de la palabra, es en-si-mism-arte.
En el buen sentido de la palabra, porque cuando confundimos el Sí-mismo con el ego, con el constructo psicológico condicionado, el ensimismamiento no es sino narcisismo. Y en ese caso, el ego se contempla a sí mismo en el lago de la mente, aunque a causa de la agitación de sus aguas su rostro aparezca siempre deformado, arrugado, fragmentado. No importa, los restos de belleza son tomados por la auténtica inmarcesible Belleza, y el amor a sí mismo, al pequeño ego, usurpa el trono del genuino Amor, y la alegría de verse sustituye al verdadero Gozo.
Pero el Gozo, esa serena felicidad que es la fragancia del verdadero Silencio, tiene otro color, otro sabor, otra textura. La Belleza, uno de los rostros del Silencio de las profundidades y las alturas, cuando ya ni abajo ni arriba existe, solo es posible cuando el ego se rinde, se entrega, se somete, se enamora de Aquello que ya no es él mismo. Solo entonces el énstasis se revela como igualmente éxtasis. Y uno, al entrar en Sí, sale de sí, y descubre a los otros, encuentra todo lo otro, aquello que, al principio, parece no-ser, no-ser él, no-ser yo. Encuentro amoroso, unión gozosa, al salir de si, para entrar en Sí y en los otros, en el Sí de los otros, en el ser de los otros, que es el Ser-mismo, el mismo Ser, en mí que en ti, en él que en ello. Y descubrir que solo en el Silencio puedes en-Amor-arte. El arte de la meditación es el arte de “en-Amor-arte” a través del “en-Sí-mism-arte”.